El saludo, antes que la palabra o la mirada, es el primer vínculo humano. Es el gesto que abre el diálogo, el que disuelve la desconfianza y proclama el reconocimiento. En él se cifra la esencia misma de la civilización.
El saludo, antes que la palabra o la mirada, es el primer vínculo humano. Es el gesto que abre el diálogo, el que disuelve la desconfianza y proclama el reconocimiento. En él se cifra la esencia misma de la civilización.
En el universo del vestir masculino, el azul es más que un color: es un lenguaje. Pocas tonalidades han sabido conjugar, al mismo tiempo y con
tanta naturalidad, la elegancia, la sobriedad y la modernidad. El traje azul,
en su expresión clásica, constituye el núcleo del guardarropa del hombre bien
vestido.
Ni tan solemne como el negro ni tan ligero como el gris claro, el azul
representa la medida perfecta de la compostura.
Una invitación, ya sea impresa en papel verjurado o enviada
por correo electrónico, no es un simple recordatorio de fecha y lugar, es un
mensaje simbólico, una pieza de comunicación social cargada de significado.
El tweed no es solo un tejido: es una geografía. Su textura
áspera y su densidad cálida condensan el clima, el paisaje y la cultura del
norte de las Islas Británicas.
Nacido en Escocia, el tweed fue durante siglos el compañero natural del campo: una armadura de lana contra la humedad, el viento y la lluvia. Con el tiempo, su robustez y su paleta de colores ocres, verdes, grises y marrones moteados, lo elevaron a símbolo del vestir inglés más distinguido.
Hay prendas que, aun siendo humildes en su origen, terminan
por alcanzar la categoría de símbolo. El jersey Fair Isle, con su inconfundible
sucesión de franjas multicolores y motivos geométricos, es una de ellas.
La armonía entre chaleco, chaqueta y pantalón convierte al traje de tres piezas en un manifiesto de elegancia clásica e intemporal.
La tradicional llegada del verano, y el siempre sofocante calor que acompaña en estas fechas, parece que otorga “per se” carta blanca a cualquier indumentaria que suponga la posibilidad de aliviarnos del calor, aunque para ello se tenga que sacrificar la decencia, e incluso, el decoro.