domingo, 10 de diciembre de 2017

LA ELEGANCIA ES VESTIRSE ADECUADAMENTE PARA CADA MOMENTO




La elegancia no sólo consiste en vestirse bien, sino que en realidad consiste en vestirse adecuadamente para cada momento. Es decir, que lo realmente importante no sólo es el hecho de vestirse bien, sino conocer cómo se debe vestir para cada ocasión, aspecto que no es más que el conocimiento del protocolo o la etiqueta. Lo que en el mundo anglosajón se denomina dress code.



Un elemento esencial del protocolo es no generar desequilibrio con la pareja    

El hecho de dominar la vestimenta no es suficiente para ser elegante, hay que saber cómo debemos vestir para cada ocasión. Imaginemos por un momento un caballero que luce un perfecto esmoquin. Seguramente pensaremos que viste impecablemente, pero si colocamos a ese caballero en un entorno que no es el propio para una fiesta de noche entonces la aparente elegancia que en principio parece que porta resulta no ser tal, sino que se transforma en algo realmente grotesco. 


Por lo tanto, la primera premisa básica de la que debemos partir consiste en que no hay elegancia si no sabemos vestirnos adecuadamente para cada ocasión. Esto implica que necesariamente debemos conocer de forma detallada lo que exige el protocolo en el vestir, las normas sociales y la urbanidad más elemental. Por ello la elegancia en el vestir no puede abstraerse del contexto en el que situemos al individuo, de este modo podemos adelantar que no puede existir verdadera elegancia, si no conocemos y dominamos las normas básicas de protocolo en el vestir.


Estas normas básicas forman parte de la sociedad humana desde los primeros tiempos. Así en el tercer milenio antes de Cristo, Ptahhotep escribió “Las máximas de Ptahhotep”, que eran preceptos para comportarse en sociedad.
Confucio (551-479 a. C.) en su filosofía ya señalaba como valor del hombre la corrección de relaciones sociales.
El vestuario, junto con nuestros modales son las características esenciales que revelan nuestra buena educación a la hora de presentarnos a los demás.
La mayoría de estas normas no están escritas, pero debemos en todo caso seguir las indicaciones que se señalan en la invitación y, siempre por el sentido común, así como las normas de protocolo que pueden contener manuales o personas entendías. Por ejemplo, nunca debe vestirse chándal en una boda, o con esmoquin a la playa.





Algunos locales de diversión, o incluso empresas, marcan su propio código de etiqueta, que debemos cumplir.

En todo caso existen unas normas básicas generales:

1. Etiqueta
Se utiliza para eventos de gala, y comprende varias alternativas en función del evento. Así, por ejemplo el frac se utiliza para recepciones diplomáticas, eventos de Estado y entrega de concretos galardones. El chaqué para ceremonias y, por último, el esmoquin para fiestas. Volveremos en futuras entregas a diferenciar cada uno de estos atuendos. 

2. Formal.
Antiguamente se denominaba, en ocasiones, como media etiqueta. Está constituido por un traje oscuro. 

3. Informal.
Consiste en una americana combinada con un pantalón de vestir

4. Deportivo.
Constituye la ausencia completa de formalidad.

  Cada uno de estos atuendos deben ser perfectamente dominados por cualquier caballero que se precie, porque si es un esperpento acudir con ropa deportiva, por ejemplo, a una reunión de trabajo, igualmente lo es acudir a un evento deportivo con atuendo formal, como por desgracia hemos de presenciar en el caso de los entrenadores de fútbol, que están en sus banquillos, pisando el césped con calzado formal y gestionando a sus sudorosos jugadores con chaqueta y corbata, que es indumentaria más propia de una oficina que de un deporte como el balompié, mientras que por otro lado, vemos cómo algunos individuos acuden al parlamento con indumentaria más propia de actividades ganaderas que del respeto debido a la instituciones y a los ciudadanos que estas representan.   



Lucio Rivas  

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