Como sabemos la prueba del nueve no es más que un artificio matemático utilizado para verificar, de una forma sencilla, si una operación matemática es correcta, es decir, una manera escasamente compleja de comprobar si una determinada operación tiene algún error o no.
Por ello, en la época estival es cuando quedan al descubierto las incorrecciones y desaciertos no solo de la indumentaria que portamos en cada momento, sino también del dominio del decoro y formalidad que cada ocasión demanda.
Esto no es más que una de las manifestaciones a través de la cual se hace evidente el principio de que la elegancia del caballero se aprecia en los momentos de vestimenta informal.
Por desgracia cada nuevo verano se constata una triste realidad, y es que cada vez se viste peor y cada vez un mayor número de personas visten peor.
Por desgracia, el uniforme masculino que se ha impuesto en verano en la ciudad es el compuesto de: camiseta, pantalón bermudas y sandalias, chanclas o deportivas, todo ello aderezado con el aberrante toque maestro de un bolso a modo de bandolera.
En verano sólo puede vestirse pantalones bermudas en determinados lugares no urbanos y únicamente en unas horas muy concretas. El calzado deben ser mocasines, sleepers o loafers sin calcetines, y eventualmente una americana de lino, seersucker o lana fresca, sin corbata. Esta es la forma correcta de la vestimenta informal en verano en la ciudad.
La gente, por lo general, no es capaz de discernir en qué momentos debe vestir de una u otra manera. El razonamiento que utiliza el común de los mortales es tan simple como erróneo: si hace calor voy vestido con pantalones cortos, camiseta y chanclas, sin importar donde voy. Este planteamiento supone un retroceso en evolución social, ya que el ser humano se viste adecuadamente para cada momento desde hace muchos siglos, y ahora se está perdiendo. Volvemos a las cavernas.
Como ejemplo voy a indicar que hace algunos días estuve en el hospital para la realización de unas pruebas, e inmediatamente me percaté que yo era el único caballero que no sólo llevaba zapatos en lugar de deportivas, que era el calzado que portaba todo el mundo, sino que además yo era el único que vestía pantalones largos. Este triste hecho se repite cotidianamente allá donde vamos: desde el supermercado hasta en la iglesia. La falta de decoro es tan lamentable que la gente acude a lugares de culto, como es una parroquia, con el mismo atuendo con el que acude a la piscina. He visto en no pocos lugares carteles con indicaciones expresas de atuendos no permitidos para acceder. Cuando las más elementales normas de corrección en la vestimenta ser tienen que exigir por escrito en los lugares de acceso, es un síntoma inequívoco de que la sociedad no solo desconoce las básicas reglas de urbanidad, sino que vive inmersa en la mala educación, y de espaldas al recato y circunspección.
El vestir decentemente no es más que cumplir con la obligación moral de respetar a las personas y a las instituciones. De la misma manera que es ridículo acudir a la piscina con esmoquin, no puede resultar menos ridículo asistir a un lugar que exige respeto con atuendo de baño.
Lucio Rivas
Estoy totalmente de acuerdo con usted D. Lucio. Se me cae el alma a los pies viendo a la gente pasear por las calles de cualquier ciudad con camiseta, bermudas y chanclas como si estuvieran en la arena de la playa. Deberíamos crear una escuela del buen gusto y el bien vestir que no tiene porqué estar reñido con las posibilidades económicas del individuo.
ResponderEliminarExcelente articulo !! , Puede platicarnos de las opciones que podríamos usar para el invierno que esta por llegar. Saludos !!
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