La irrupción de numerosas marcas de diferente ropa ha provocado que se haya vinculado en numerosas ocasiones la elegancia con la necesidad de vestir con esas marcas.
La elegancia es un concepto que no ha sido igual en todas las épocas. Hubo una época en la que el dandismo fue un paradigma de elegancia, saber estar, clase, porte, estilo y buenas maneras.
A mediados del siglo XVIII, por ejemplo, era elegante vestir de forma extravagante, cargándose de encajes, puntillas y bordados con hilos de oro, además de llevar pelucas y tacones.
Con el tiempo surge una reacción frente a esa tendencia, introducida en Inglaterra por los miembros del Club Macaroni y surge así el dandismo. Un dandi era un hombre que se consideraba elegante y refinado, que prestaba mucha atención a su atuendo y a la moda y era una persona educada y cultivada. El movimiento dandi fue una doctrina de la elegancia, la finura y la originalidad. Su estilo afectaba principalmente al lenguaje y la vestimenta.
El Frock coat |
Posteriormente la influencia de la indumentaria marinera en la moda, fue muy popular entre la gente elegante, por ejemplo el príncipe de Gales (Eduardo VII, 1841-1910). En los años 70 la chaqueta masculina tenía solapas anchas y delanteros sesgados.
Las levitas evolucionan con cuellos y esclavinas, de cintura entallada y grandes faldones, eran un reflejo de aspectos de la indumentaria femenina. Hacia finales de siglo la tendencia era presentar un aspecto delicado. También son evidentes, aunque menos llamativas, las innovaciones en el traje masculino, como la invención de nuevos elementos de sujeción para cerrar los chalecos por detrás y la mejora en el diseño de los broches.
Es a principios del siglo XX, concretamente en los años 20, cuando se diseñan los trajes que los hombres usan hoy en día, ya que el traje actual todavía se basa, en su mayor parte, en los que los hombres llevaban a finales de 1920.
Como podemos comprobar, la elegancia evoluciona, pero no estrictamente al dictado de la moda. La moda puede marcar tendencias que eran más influyentes, en el ámbito de lo que debe considerarse la elegancia clásica, en tiempos pretéritos que en la actualidad.
Todo este planteamiento no puede entenderse si no partimos de la idea de que la elegancia no es sólo una forma de vestir. Como señalaba el mítico Georges Brummell , "La elegancia no es un atuendo, es una filosofía".
Esto supone partir de una premisa que compartimos. La elegancia es más una filosofía de vida, de comportamientos, de modos y actitudes, que de puro y simple protocolo social o de forma de vestir.
Beau Brummell |
Podemos señalar que existen varios pilares básicos de la elegancia que constituyen los elementos característicos de lo que debemos entender por tal, siendo el primero de ellos es el valor de lo estético entendido como el buen gusto y el estilo propio.
Otro de los valores esenciales es la naturalidad. No hay elegancia verdadera si no es con naturalidad, entendida como espontaneidad y autenticidad; es decir, mostrarse uno tal cual es. La moderación y la mesura también forman parte de la naturalidad, como contraposición al dandismo, que siempre procuraba excesos en muchas de sus manifestaciones. La verdadera elegancia es siempre actuar espontáneamente, con gusto y estilo personales.
La última nota que distingue a la elegancia es el gusto por la belleza. Es esencial recordar que la belleza significa en primer lugar armonía y proporción, que debe predicarse tanto del aspecto como de la compostura. La elegancia es la presencia de lo bello en la figura, en los actos y movimientos, en suma, en la compostura.
Una vez identificados los elementos que deben configurar la elegancia, se percibe con facilidad que dichos elementos se manifiestan en dos dimensiones, una interna y otra externa de la persona.
Hoy día, por el contario, no es importante ser elegante sino tener una buena imagen. Obsérvese que en la actualidad se habla mucho más de la imagen que de la elegancia, hasta el extremo de abandonar incomprensiblemente el término castellano e importar el innecesario, y menos preciso anglicismo, para sustituir a aquél, a través del uso del término “look”.
Todo ello siempre bajo la necesaria perspectiva de la discreción, que ha sido y debe ser siempre una constante en la elegancia. Debemos recordar en este sentido las célebres palabras de G. Brummell "Si alguien se vuelve para mirar tu traje, es que no vas bien vestido", o la igualmente clarificadora de Balzac, “Elegancia es la ciencia de no hacer nada igual que los demás, pareciendo que se hace todo de la misma manera que ellos”.
Lucio Rivas Clemot
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