La manga raglán, como la mayoría de las prendas, tiene un origen militar, pero en estre caso se trata de una historia que empieza con un brazo perdido...
Su historia se remonta al siglo XIX y al nombre de Lord FitzRoy Somerset, primer Barón Raglan, militar británico que perdió un brazo en la batalla de Waterloo (1815). Para poder vestir con comodidad pese a su amputación, su sastre ideó una solución técnica revolucionaria: una manga unida al cuello mediante una costura diagonal continua, que eliminaba la costura tradicional del hombro y facilitaba el movimiento. Aquel diseño, concebido por necesidad, terminó transformándose en un gesto de inteligencia funcional.
Décadas después, durante la Guerra de Crimea (1853-1856), Lord Raglan volvió a la vida pública como comandante del ejército británico, y su inusual corte de chaqueta despertó curiosidad. Lo que nació como una adaptación práctica al cuerpo del soldado se convirtió en una innovación que cambiaría para siempre el modo de concebir la sastrería masculina.
La estructura que liberó el hombro
Desde un punto de vista técnico, la raglán tiene tres virtudes fundamentales:
Movilidad: al no depender de una unión rígida en el hombro, permite levantar y mover los brazos con mayor libertad.
Comodidad estructural: la tensión del movimiento se distribuye a lo largo de la costura diagonal, evitando arrugas y tiranteces.
Versatilidad visual: suaviza
la silueta, reduciendo la rigidez del traje tradicional y aportando una
sensación de naturalidad.
Por ello, la manga raglán encontró su lugar primero en la ropa militar y deportiva, donde la libertad de movimiento era esencial, y más tarde en la sastrería informal británica, donde la elegancia debía convivir con la practicidad.
La raglán como estética
Más allá de la técnica, la manga raglán expresa una estética particular y es que prescinde de la rigidez sin caer en el descuido.
Su costura diagonal tiene un valor casi simbólico: rompe con
la estructura jerárquica del hombro, y propone una imagen más fluida.
Por eso, la raglán ha sido adoptada por dos universos que, aunque opuestos, comparten una misma filosofía: el del deporte y el aire libre, donde prima la funcionalidad, y el de la alta sastrería británica, donde la comodidad se entiende como forma superior de elegancia.
La tradición del abrigo covert coat o de la gabardina inglesa, piezas nacidas para resistir el clima, encuentra en la raglán su mejor aliada.
Cuando un hombre se enfunda un abrigo raglán, su porte cambia: el hombro no se alza, sino que se desliza gracias a esa línea oblicua.
La raglán en el abrigo y la gabardina
En la posguerra, el abrigo raglán se convirtió en símbolo de elegancia funcional. Cary Grant, Humphrey Bogart o Alain Delon lo llevaron en el cine con una naturalidad que aún hoy define la imagen del caballero elegante.
Por eso, los sastres de Savile Row y de Nápoles encontraron en la raglán un elemento común: ambos buscaban la comodidad. Los primeros, desde la tradición británica del clima; los otros desde la filosofía italiana del movimiento.
La raglán en el vestir contemporáneo
En el guardarropa actual, la manga raglán aparece en tres grandes contextos:
Su presencia sigue siendo emblema de discreción. Un abrigo de lana con manga raglán sobre traje o americana sugiere distinción sin rigidez. Aporta movimiento visual y una caída más natural, ideal para el hombre urbano que busca elegancia funcional.
2. En los jerséis y prendas de punto
El jersey raglán, con costura diagonal desde el cuello, es un descendiente directo del mundo deportivo inglés. Ofrece comodidad y una estética relajada, sobre todo en tejidos como lana Shetland, cashmere o algodón grueso. Combinado con camisa y americana informal, crea un equilibrio perfecto entre comodidad y corrección.
Simbolismo
En la iconografía del vestir masculino, el hombro es más que una parte del cuerpo: es un símbolo de poder, de estructura, de jerarquía. El traje clásico con hombreras marcadas proyecta autoridad. La manga raglán, en cambio, sugiere confianza.
Si bien el abrigo raglán es la manifestación más clásica y solemne de este corte, donde realmente alcanza su expresión más natural es en el jersey. La unión diagonal del hombro al cuello resalta con claridad en las prendas de punto, especialmente cuando el tejido es grueso o presenta una textura marcada. En el jersey, la raglán no solo aporta comodidad; se convierte en un recurso estético visible, en un juego de líneas que realza la arquitectura del cuerpo masculino sin rigidez.
Las costuras curvas dibujan una silueta más orgánica, con un aire de vitalidad y dinamismo que pocas prendas logran transmitir. Mientras que en el abrigo la costura raglán suele quedar disimulada por el color liso o el peso del tejido, en el jersey cobra protagonismo, especialmente cuando el hilo contrasta o el punto es grueso.
No es casual que las casas británicas y escandinavas, de Inverallan a Jamieson’s of Shetland, pasando por John Smedley o Drake’s, hayan convertido el jersey raglán en un símbolo de refinada informalidad.
Vestido con camisa oxford o incluso bajo una americana sin
forro, proyecta una elegancia honesta y viva, mucho más cercana a la esencia
del estilo inglés que muchas piezas más formales.
Cómo y cuándo vestirla hoy
hombre contemporáneo en entornos profesionales, un abrigo raglán de lana peinada
o cashmere sobre traje es impecable. Deja ver la americana sin interrumpir su línea, y su caída
fluida aporta una elegancia serena, ya que transmite naturalidad. En viajes, resulta ideal, porque se pliega sin deformarse.
LUCIO RIVAS








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