Existe un error bastante frecuente y es creer que la elegancia radica en el hecho de vestir bien, nada más alejado de la realidad. Para el común de la gente vestir bien otorga de por si carta de naturaleza a la elegancia. Pues bien, vamos a demostrar que no es así.
Se entiende comúnmente por vestir bien el hecho de llevar una indumentaria que formalmente puede ser adecuada, es decir, cuando alguien lleva simplemente un traje con corbata se le conceptúa generalmente como alguien que viste bien pero, y aquí radica la verdadera diferencia, no por eso ha de ser elegante. La elegancia es algo ciertamente muy diferente. Se puede ser elegante sin necesidad de llevar traje, y viceversa es decir, el hecho de llevar traje no implica ir elegante.
(ejemplo de traje impecable)
Por lo tanto la primera acotación es que la elegancia no es necesariamente la indumentaria. En caso contrario asistiríamos al absurdo de que al despojarnos de un traje nos estaríamos despojando de nuestra elegancia, cuando en realidad no es así, ya que la elegancia no se quita ni se pone, la elegancia simplemente se tiene o no se tiene. Se debe ser igual de elegante con traje que en ropa interior.
En segundo lugar, se puede ser elegante con indumentaria informal. Es más, son muy numerosos los caballeros que con unos simples pantalones bien sean chinos, o bien vaqueros y con una americana desestructurada son más elegantes que muchos con traje y corbata.
(ejemplo de como debe quedar un taje perfecto. Obsérvense los hombros, la manga que permite ver la camisa y la caída del pantalón justo a la altura del calzado)
Esto es debido a que resulta lamentablemente muy frecuente ver por nuestras calles innumerables caballeros portando trajes, que no solamente no están hechos a medida, sino que ni siquiera se adaptan a su patrón y, lo que es peor, a su talla. Lamentablemente resulta muy común ver espectáculos de vestimenta que suponen un atentado contra la más elemental sensibilidad en el buen vestir, como son caballeros con traje cuyas mangas llegan casi hasta los nudillos de la mano, hombros que responden a un patrón que no es el suyo, pantalones excesivamente largos en los que se forman pliegues y arrugas infinitas sobre los zapatos, camisas en las que entre el cuello del caballero y la botonadura existe una holgura en la que caben dos o tres dedos, o puños dobles tan anchos que no parece que se trate de una camisa. Todo ello sin entrar a valorar los mocasines o castellanos, que es el complemento que caracteriza a quienes portan la indumentaria anteriormente descrita, y que resulta tan espantoso y de tan mal gusto, que asistimos visualmente a lo que son las antípodas de lo que debe considerarse como mínimamente elegante. En estos casos no entramos si siquiera a hablar de llevar un pañuelo en el bolsillo de la chaqueta, detalle que resulta inimaginable en el perfil descrito.
(ejemplo de correcta indumentaria informal. En este caso la chaqueta es de gruesa pana amarilla de John G. Hardy. Londres )
Ante ese espectáculo tan lamentable que percibimos de forma cotidiana, no puede considerarse elegante quien responde a este parámetro expuesto por mucho traje y corbata que lleve. Esto constituye la demostración palpable de lo que estamos argumentado y es que el hecho de llevar traje y corbata no otorga, per se, carta de naturaleza a la elegancia.
Por el contrario, quienes llevan una indumentaria marcadamente informal pero, por ejemplo, visten con unos pantalones de su talla y americana desestructurada hecha a medida, con un pañuelo en el bolsillo en la misma y unos tirantes que hacen que el pantalón caiga perfectamente obtendrán siempre un resultado mucho más elegante que el de quienes, aun portando traje y corbata, se ajustan al perfil descrito anteriormente.
(ejemplo de perfecto atuendo informal. A destacar la hechura de la americana, así como que a pesar de la informalidad no pueden faltar el pañuelo y los tirantes).
En suma, lo que comúnmente se califica como vestir bien, que es llevar traje y corbata no tiene por qué entenderse que es ir elegante y, por el contrario, vestir informal puede resultar más elegante que el hacerlo con indumentaria teóricamente formal.
Todo esto nos lleva a la conclusión que el ser elegante no consiste en llevar indumentaria formal, y que lo importante para ser elegante no es, en definitiva, QUE se lleva sino COMO se lleva.
L.R.
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