Lo que subyace en el fondo de la pregunta formulada es si vestimos bien o vestimos adecuadamente para cada momento, porque así lo exigen o demandan las normas sociales, o bien porque nuestro sentido del deber nos indica que tenemos que actuar así.
La respuesta a esta transcendental cuestión la podemos reformular sobre la base de preguntarnos: ¿si no viviéramos en sociedad vestiríamos como lo hacemos? o si, por el contrario, ¿vestimos bien porque nos relacionamos en sociedad con nuestros semejantes?.
Ambas soluciones son en realidad válidas, pero lo son sucesivamente en el tiempo, porque obedecen a una evolución del individuo en sociedad.
Pregunto lo mismo, pero de otra manera. ¿Vestimos bien por los demás o por nosotros mismos?. La respuesta a esta pregunta entraña un peligro, porque si reconocemos que vestimos bien por los demás, implícitamente demostramos que estamos vistiendo adecuadamente como consecuencia de un comportamiento social, lo que supone a sensu contrario, que si no viviéramos en sociedad no lo haríamos. Es decir, si fuésemos ermitaños en medio del monte viviendo aisladamente y desvinculados de cualquier régimen social con nuestros semejantes, no nos vestiríamos adecuadamente.
Por el contrario, si manifestamos que vestimos adecuadamente por satisfacción personal, esto nos obliga a no descuidar nuestra indumentaria aunque vivamos aislados y sin trato social.
Desde mi punto de vista el criterio que debemos mantener no es más que la consecuencia directa de una evolución del individuo en sociedad, que se manifiesta en tres etapas:
1º) El individuo se viste como protección ante las inclemencias meteorológicas. Es la primera etapa, donde el individuo resulta ser menos evolucionado socialmente y, por lo tanto, tampoco lo es desde el punto de vista del protocolo en el vestir.
2º) En segundo lugar la sociedad y las costumbres una vez que evolucionan, generan cambios en nuestra forma de percibir la manera de vestir, y aparecen las indumentarias que delatan la pertenencia a un status social determinado. La forma de vestir delata un grado social concreto. El atuendo se convierte, por lo tanto, en una presentación de credenciales que paralelamente se desarrolla como forma y orden de protocolo, es decir, el individuo se viste de determinada manera porque acude a un acto político, social o religioso que exige una concreta indumentaria.
3º) La sociedad evoluciona y da un paso más hacia la elegancia como valor absoluto, que se produce cuando se incorpora la vestimenta como parte del refinamiento y distinción que posee el individuo independientemente y al margen de la sociedad. El individuo se viste adecuadamente para cada momento porque debe hacerlo, y no ya porque la sociedad se lo demande. La imagen que visualiza esta etapa, con la que culmina el proceso evolutivo social del ser humano, es la del lord inglés que naufraga y termina salvándose en una isla desierta con su baúl y su mayordomo, y a la hora del té de viste con el chaqué para tomarlo.
Esta última escena es la culminación de la elegancia como concepto global, que es a lo que toda sociedad debe aspirar, y constituye el último peldaño de lo que una sociedad o cultura evolucionada alcanza.
Sin embargo, tengo que poner de manifiesto que nuestra sociedad llegó a un punto que se encontraba cerca de alcanzar esta meta. Sin embargo en la actualidad se retrocede y se hace a pasos agigantados. Hoy día se vive al margen del protocolo y de la etiqueta, se prioriza la comodidad sobre el respeto a los demás, se tienen derechos por encima de las obligaciones, y está antes la libertad individual que la del prójimo o la colectiva. En suma, se tienen comportamientos propios de sociedades más atrasadas. Pongo sólo un ejemplo: el debate de los cuatro políticos que encabezan las listas de los principales partidos de las próximas elecciones. De ellos sólo dos llevaban corbata para tan transcendental y relevante acto, que era el de mayor audiencia, y no entro a valorar el atuendo de los que si llevaban corbata, porque dejaba mucho que desear.
Una sociedad que ha involucionado en este ámbito no sólo es una sociedad que retroceda en valores, sino que retrocede en conciencia colectiva y, por lo tanto, en el respeto a los demás.
Lucio Rivas
No hace falta que diga que estoy leyendo su bitácora de cabo a rabo. También termino de publicar un vídeo en el que vuelvo a citarle a usted como fuente, pero voy a dar una motivo más, quizá intermedio entre los dos expuestos o quiza una transposición del "Lord inglés". Es el motivo del vestir como herramienta, como apoyo a nosotros mismos, y no me estoy refiriendo a los trajes de protección. Yo he vivido la vida del ermitaño moderno, es decir, el informático que trabaja desde casa y durante días o incluso semanas no ve a nadie físicamente ni le ven a él, por lo tanto no tiene normas sociales que cumplir más allá de los horarios telefónicos. Sin embargo, yo terminé arreglándome por las mañanas en la medida de mis posibilidades y mis conocimientos porque constaté que estar todo el día en pijama o similar afectaba negativamente a mi autoestima y con ello a todo lo demás.
ResponderEliminarTiene toda la razón. En última instancia, como digo en el artículo, nos debemos vestir para nosotros mismos.
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